¿Debería el nuevo Gobierno crear un Ministerio de la Longevidad?
Es difícil saber si la felicidad pertenece al ámbito de lo privado o de lo público. Muchos, incluso, no creen en ella y la definen como momentos concretos de la vida que se buscan prolongar con escaso éxito.
Pero ya existe un Ministerio de la Felicidad en el pequeño país de Bután. Es más este estado anímico está en su Constitución. El ministerio da normas que prohíben la caza de animales, la preservación del paisaje, la imposibilidad de talar árboles y otras medidas en un país en que sólo el 8,8% se declara desgraciado.
Pero mucho más cerca, en Reino Unido, se ha creado un Ministerio de la Longevidad, también llamado ministerio de la soledad que busca poner fin a esta lacra del siglo XXI que día a día conocemos en las secciones de sucesos donde algunos ancianos mueren solos y abandonados en sus propias casas. Son descubiertos a las semanas, los meses, los años.
En la Vieja Europa y en países como Japón, dedicar parte de los recursos de los Presupuestos a paliar la soledad y las precariedades de los ancianos tiene mucho sentido, más que ese utópico Ministerio de la Felicidad de este país ubicado a los pies del Himalaya. La iniciativa británica partió de un estudio encargado por el Gobierno que indicaba que más de nueve millones de británicos, lo que representa el 13,7% de la población de la isla, se sienten solas. De este mismo estudio se destacó que en torno a 200.000 personas confesaban no haber hablado con nadie desde hacía más de un año.
El caso español no está muy alejado de esta realidad, máxime cuando nuestro país tiene a gala situarse entre los primeros puestos de longevidad en todo el mundo. El Centro de Análisis Sociológicos, Económicos y Políticos realizo un estudio sobre La soledad en España, en el que se traslucía que uno de cada 10 españoles admite sentirse solo con mucha frecuencia. Nada menos que 4,6 millones de personas en nuestro país perciben ese sentimiento habitualmente.
En numerosos trabajos realizados en esta misma línea tanto en España como en otros países de economías avanzadas, se descubre que la soledad tiene además efectos muy negativos en la salud de las personas. Problemas cardiacos, ictus, isquemias, son más frecuentes entre la población que se encuentra alejada de la sociedad, además de depresión y ansiedad. Toda una paradoja de este mundo de interconexión vía redes que parece que nos acerca con gran facilidad nuestros semejantes.
En un enfoque más economicista, atacar la soledad también puede ser fuente de nuevas profesiones y ocupaciones en este siglo. Y además, el descenso en estas enfermedades supondría una rebaja de costes sanitarios significativa. Así, el Ministerio de la Longevidad o de la soledad, como se guste, podría no suponer un gasto extraordinario para las arcas públicas sino una fórmula de ahorro en otras parcelas ministeriales. Es un tema a plantear seriamente ahora que andamos buscando la formación de un nuevo Gobierno.