Dependencia. Qué son los cuidados informales
El papel de los cuidados prestados por la familia está adquiriendo una importancia dentro de los cuidados recibidos por personas con limitaciones en su autonomía
Una de las múltiples peculiaridades que caracteriza el sigo XXI es el continuo y progresivo envejecimiento que la población está experimentando, además del aumento en la prevalencia de muchas enfermedades crónicas discapacitantes. Ello ha llevado a un creciente y vertiginoso número de personas que sufren ciertas limitaciones para realizar actividades, tanto actividades básicas de la vida diaria (tales como lavarse, vestirse, asearse, comer, etc..), como actividades instrumentales (moverse, hacer la compra, manejo de la medicación, etc..).
Este hecho, ha provocado que cada vez sean más las personas que requieran, y por tanto, demanden, cuidados personales, más allá de los cuidados sanitarios. No sorprende por tanto que en España haya más del 9,8% de la población mayor de 65 años de edad que reciba algún tipo de cuidado personal, cuando este dato apenas llegaba al 5% una década atrás. Además, más del 80% de la población que recibe algún tipo de cuidado personal en España, tienen 80 o más años de edad, lo cual pone de manifiesto la relevancia de la relación entre el envejecimiento poblacional y los cuidados.
El Diccionario de la lengua española define el verbo cuidar como “poner diligencia, atención y solicitud en la ejecución de algo”, y también como “asistir, guardar, conservar”. Cuidador es un adjetivo cuyo significado es “que cuida”. Hoy la palabra cuidador se encuentra ya sustantivada por el uso tan frecuente que se hace de ella referido a la persona que cuida. Por ello, el cuidador o cuidadora se podría definir como la persona que asiste con diligencia, atención, solicitud y esmero, en la ejecución de alguna cosa, en el caso concreto que nos ocupa, la atención de personas mayores o con discapacidad.
En general, los cuidados personales prestados a personas dependientes pueden tener una naturaleza heterogénea. Por un lado, se encuentran los cuidados prestados por algún profesional sociosanitario o una persona contratada para tal fin (los llamados cuidados profesionales o cuidados formales), y por otro lado, estarían los cuidados prestados por personas pertenecientes al entorno afectivo de la persona cuidada, normalmente familiares, a veces también amigos o vecinos (los llamados cuidados informales o cuidados no profesionales). Este segundo tipo de cuidado, debido a su naturaleza, su definición y delimitación no es inequívoca, difiriendo significativamente entre autores, entre estudios e incluso entre países, donde los elementos culturales, históricos y sociales que rodean el estudio son de gran importancia para determinar el alcance de este tipo de cuidados.
Por lo general, la atención informal o familiar es proporcionada por uno o más miembros del entorno social de la persona que necesita dicha atención, principalmente la pareja o los miembros de la familia inmediata. De hecho, la atención informal implica la ausencia de un horario diario/semanal regulado o días festivos planificados. Los cuidadores informales no reciben ninguna remuneración por sus servicios, aunque pueden existir beneficios específicos, programas de capacitación y apoyo para cuidadores en algunos países. Dicho esto, el lector podría plantearse la siguiente cuestión: si un cuidador que pertenece al entorno afectivo de la persona cuidada (por ejemplo, la pareja o el/la hijo/a) recibe alguna forma de pago remunerado por el cuidado prestado, ¿podría ser considerado como cuidador informal? Una posible respuesta es que, siempre que un cuidador informal no reciba un salario de mercado completo por todas sus actividades, puede definirse como cuidado informal. Quizás una mejor respuesta sería señalar que solo cuando el cuidador no estaría dispuesto a cuidar a alguien fuera de su entorno social por una remuneración económica similar, se consideraría atención informal. Sin embargo, cuando el cuidador sí estaría dispuesto a cuidar a alguien, independientemente de la relación social, por una remuneración económica similar, sería un voluntario (casi) no remunerado o un cuidador profesional pagado.
La heterogeneidad que caracteriza pues a la atención informal no solo está relacionada con si existe o no remuneración económica, o por las diferencias en la intensidad del tiempo de cuidado y la duración de la atención, que por supuesto es una importante primera fuente de diversidad, sino que también está relacionada con el tipo de tareas de cuidado proporcionadas. Estas tareas son: tareas domésticas, por ejemplo, limpieza y cocina; cuidado personal, incluido vestirse; apoyo con movilidad; y tareas administrativas. Sin embargo, no todas estas tareas deben ser realizadas por un cuidador informal o son necesarias en todas las situaciones de cuidado informal. Además, para hacerlo aún más complicado, no todas estas tareas son necesariamente cuidados informales. Por ejemplo, el trabajo doméstico puede ser usual para un ama de casa, pero cuando su pareja se enferma, es posible que tenga que aumentar no solo la cantidad de tareas domésticas proporcionadas, sino también la cantidad de horas proporcionadas. En estos casos, solo la parte adicional de las tareas domésticas y administrativas realizadas debido a la enfermedad del receptor del cuidado se consideraría como cuidado informal. Si el cuidador informal ya solía limpiar la casa antes de que el receptor de la atención se enfermara, no debe considerarse atención informal.
En definitiva, las características más distintivas del cuidado informal serían, por un lado, el carácter no profesional del cuidado, lo cual no implica que no pueda ser de calidad, y por otro lado, la relación afectiva entre la persona que se cuida y el propio cuidador.
(*) Juan Oliva, Luz Mª Peña Longobardo y Raúl de Pozo Rubio son profesores del Departamento de Análisis Económico y Finanzas de la Universidad de Castilla La Mancha. Su actividad científica está centrada en la economía y gestión de la salud, con especial interés en el impacto económico de las enfermedades, el uso de la evaluación económica aplicada a la toma de decisiones Y el análisis de los cuidados de larga duración.
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