Tres riesgos básicos que se corren al ahorrar para la jubilación
El ahorro para la jubilación es una de las metas financieras más importantes en la vida de una persona. Miguel Ángel Vázquez, responsable del Departamento de Análisis y Estudios de Unespa, explica tres riesgos a evitar en este proceso.
Ahorrar para procurarse una jubilación cómoda es un camino muy largo. Es deseable comenzar lo antes posible y eso, automáticamente, quiere decir que se va a ahorrar durante muchos años. Lo prolongado del tiempo de ahorro hace que esté expuesto a diversos riesgos; y por riesgo debemos entender cosas que pueden ocurrir y que, si ocurren, pueden hacer que nuestros planes se vayan al traste. Que nuestra jubilación no sea tan cómoda ni tan tranquila como imaginamos.
Es por esta razón que es muy importante que toda persona que se plantea ahorrar para la jubilación tenga claros cuáles son estos riesgos y, como consecuencia, tenga la capacidad de preguntarse quién los está asumiendo en su proyecto de ahorro.
Los riesgos básicos del ahorro son tres:
- No ahorrar lo suficiente. Poner poco en el ahorro significa obtener poco cuando se percibe la prestación.
- La pérdida financiera. Este riesgo tiene que ver con que las inversiones que se hagan con el ahorro no vayan bien, y la rentabilidad sea muy baja o, incluso, negativa. En este último caso, se puede llegar a recoger menos de lo que se puso.
- La longevidad. El riesgo de longevidad quiere decir que vivamos tantos años que sobrevivamos a nuestro ahorro. Llega un momento, por lo tanto, en que dicho ahorro se acaba, y dejamos de percibir dinero.
El ahorrador debe ser consciente de que nadie lo puede sustituir en el primer riesgo. Ahorrar es una decisión personal. Cada uno podemos asesorarnos sobre cuál es la cantidad adecuada que debemos ahorrar, pero la decisión siempre nos compete individualmente. Este riesgo, pues, siempre lo corre el ahorrador.
Los otros dos, no necesariamente. Lo inteligente es preguntarle al gestor de ahorro que nos está ofreciendo un producto quién corre con el riesgo financiero. Si las inversiones dan pérdidas, ¿se transmite eso al valor de nuestro ahorro, o no? Si hay garantía de rentabilidad mínima, ¿cómo se concreta, durante cuánto tiempo?
Estas preguntas hay que hacerlas teniendo claro que garantía y rentabilidad potencial son vasos comunicantes. Cuando un producto ofrece garantía, lo normal es que no se le pueda exigir que, además, ofrezca las rentabilidades más competitivas. En materia de ahorro, la tranquilidad tiene un coste. Cada ahorrador debe situarse en el punto entre tranquilidad y rentabilidad potencial en el que esté más cómodo.
¿De qué depende esto? De muchas cosas. En primer lugar, del comportamiento de cada persona como ahorrador. Esto se llama aversión o apetito de riesgo. En términos muy simples, cada persona puede hacer este juego mental para saber si tiene aversión o apetito de riesgo:
Imagínese a una persona que tiene dos cartas: el as de oros y el as de bastos. Las mezcla y nos invita a sacar una, con la siguiente condición: si sacamos el as de oros, ganamos. Si sacamos el de bastos, perdemos. Y, si perdemos, tenemos que pagar 1.000 euros.
La pregunta es: ¿cuál tendría que ser el premio por sacar el as de oros para que jugásemos? Todas las personas que responden que nunca jugarían, o que exigirían que el premio por el as de oros fuese del doble o más que la pérdida (esto es: 2.000 euros, o más), son personas que tienen aversión al riesgo. Las personas que jugarían por un premio inferior a los 2.000 euros tienen apetito de riesgo; no les importa enfrentar la pérdida si tienen alguna expectativa de ganar.
La posición frente al riesgo depende del carácter de la persona, de su edad (a mayor juventud, mayor apetito de riesgo porque hay más años para equilibrar eventuales pérdidas) y, por supuesto, el nivel económico: quien ahorra para procurarse un mínimo, normalmente, suele tener poco apetito de riesgo. En cambio, quien ahorra renta excedente, que realmente no necesita para mantener su nivel de vida, suele tener un perfil arriesgado.
Lo importante es que cada uno se lo pregunte e interiorice la respuesta.
Por último, el tercer riesgo, la longevidad, tampoco tiene por qué ser asumido por el ahorrador. Existen soluciones en el mercado, llamadas rentas vitalicias, que procuran prestaciones regulares que sólo se extinguen cuando el beneficiario muere.
Hay mucho donde elegir, y todo lo que existe tiene una razón de ser. Si hay, literalmente, centenares de soluciones de ahorro distintas, es porque hay centenares de perfiles de ahorrador distintos. Cada uno debe pensárselo bien, y concluir cuál es el suyo.
Miguel Ángel Vázquez (Madrid, 1962), es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Durante quince años desarrolló una carrera periodística, como informador en materia económica y financiera, hasta su incorporación en 1995 como responsable de Comunicación de la Unión Española de Entidades Aseguradoras y Reaseguradoras UNESPA. En el año 2005 fue nombrado responsable del Departamento de Análisis y Estudios de la Asociación.
Asimismo, fue designado por el Gobierno como uno de los integrantes del Grupo de Expertos que diseñó el factor de sostenibilidad del sistema español de pensiones, así como del Índice de Revaloración de las Pensiones o IRP.