TRIBUNA de D. José Antonio Herce: Pensiones a la carta
José Antonio Herce, Presidente del Foro de Expertos del Instituto BBVA de Pensiones, analiza la propuesta lanzada por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social para calcular la pensión de los trabajadores en base a la elección voluntaria de éstos de sus mejores cotizaciones
No hay nada mejor que poder elegir. Pero, en un mundo limitado y de intereses separados por líneas divisorias, toda elección debe realizarse con condiciones vinculadas a sus resultados. Y esto es lo verdaderamente complicado.
Durante décadas, muchos trabajadores, los autónomos básicamente, han podido elegir la base de cotización por la que tributarían para sus pensiones futuras. Lo que no han podido elegir ha sido sus pensiones. Como consecuencia natural (ergo justa), las pensiones de los trabajadores autónomos en España han sido siempre muy bajas. Tanto que han tenido que nacer los “complementos de mínimos” para evitar que quedasen muchas de ellas por debajo de mínimos aceptables. De hecho, estos complementos, las han convertido en las mejores pensiones del sistema… por euro cotizado, claro.
Este sistema de elección condicionada es, no solamente, aceptable, sino también, permítanme repetirlo, natural y por lo tanto justo. La naturaleza, que es ciega, pero que se rige por reglas duras y estrictas, darwinianas, no perdona los excesos y recompensa la virtud (natural) de sus organismos y sistemas.
La reciente propuesta lanzada por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social se lee popularmente (eso es lo malo, quizá) como “los trabajadores podrán elegir los mejores años para el cálculo de su pensión”. También hay una lectura positiva cuando se refiere a la parte de “incluir toda la vida laboral” en dicho cómputo, pero se tuerce, en mi opinión, cuando se añade que “voluntariamente”.
Si una compañía de seguros ofreciese seguros de incendios a prima tasada en los que el beneficiario pudiese elegir la indemnización tendría un inmediato éxito de mercado, desbancando a todos sus competidores. Pero, al poco, arderían muchas viviendas. Esa compañía no existe por la sencilla razón de que no tendría accionistas dispuestos a perder todo su dinero.
La Seguridad Social española es una gigantesca compañía de seguros que factura en primas el 10% del PIB y paga “siniestros” por valor del 12% sin tener capitalizados dichos compromisos, por lo que ya está demasiado estresada como para complicarle las cuentas ofreciendo este tipo de seguros. La propuesta no es razonable porque no liga el coste con el beneficio de la opción.
Las reformas de las pensiones no pueden resultar en un aumento de los costes del sistema que no venga acompañado de un aumento de sus ingresos, al menos en la misma magnitud y, necesariamente, conducente a su equilibrio financiero.
La consideración de toda la vida laboral para el cálculo de la pensión es la norma en muchos países avanzados y no avanzados. Es una regla que se pueden permitir todos los países. Lo que no se pueden permitir ninguno es que se elijan los mejores años, porque ello induce a la “compra de pensiones”, la aberrante práctica que había en España antes de 1985 y que se acabó en buena hora con la formidable reforma que tuvo lugar en aquel año. Hoy, con 21 años en la fórmula de las pensiones, dicha práctica está muy limitada. Pero, si se introduce la voluntariedad y/o selectividad que se anuncia en la propuesta del gobierno, volverá.
Habrá que ver los detalles, porque me cuesta creer que los excelentes técnicos que tiene nuestro sistema público de pensiones, hayan pasado por alto este problema de los incentivos perversos.
Cuando el “periodo de cómputo” pasó (para todos los trabajadores, ojo) de los 8 años en que los fijó la reforma de 1985 (González) a los 15 de la reforma de 1997 (Aznar) los sindicatos aplaudieron con las orejas, en vez de montar una huelga general, como sí hicieron doce años antes. Sus técnicos sabían muy bien que ello aumentaría las pensiones de la mayor parte de los trabajadores, como así fue, desestabilizando las finanzas del sistema. Por supuesto que también lo sabía el gobierno que lo propuso, ansioso como estaba de lograr el afecto sindical. ¿No será esto lo que subyace ahora también?
Ahora no podemos sino aprender de la experiencia. Las opciones que se introduzcan en la mecánica de causación de las pensiones no pueden comprometer todavía más su sostenibilidad, solo para vender más suficiencia en el mercado electoral. Sino que, aún a costa de algunos votos, deben de reforzar la sostenibilidad, justamente para que las promesas del pago de las pensiones que hace la mayor compañía de seguros de este país no queden en meras palabras que nunca se hagan realidad. Lo siento, la naturaleza de los sistemas de pensiones es esta. No es la lotería de Navidad, que nunca toca, por cierto.