Mi jubilacion BBVA

ECHANDO UN VISTAZO AL FUTURO. Los recortes en importes y garantías de las jubilaciones marcan la tendencia.

Autor

Carlos Molina

Estamos demasiado inmersos en cálculos y previsiones económicas de nuestras jubilaciones, con los datos actuales, para tratar de desvelar cómo será el futuro.

 La actual situación que estamos viviendo, una pandemia que está poniendo en jaque la economía y el empleo, nos está anticipando unos cambios que ni siquiera conocemos como van a cambiar nuestro horizonte, pero a los que nos vemos obligados a prestar atención.

No parece oportuno juzgar estas circunstancias como buenas, aunque es inteligente tratar de sacar algo bueno de un tema que es objetivamente malo en muchos aspectos de nuestra vida.  Solo diremos que nos van a permitir aprender y reflexionar en algunos temas importantes, aunque sin comparar el coste que este aprendizaje nos está suponiendo con los beneficios que creemos nos va a suponer en el futuro.

Lo cierto es que, muchos temas que teníamos como seguros y sobre los que hemos construido nuestra vida hasta hoy y que hemos supuesto que se van a mantener en el futuro, están cambiando y aun van a cambiar más.

Desgraciadamente la mayoría de estos temas que nos preocupan ahora, se refieren solo a asuntos exclusivamente materiales, o peor aún, solamente monetarios. Estos temas pueden ser urgentes pero no son los importantes.

Incluso en este aspecto monetario, no parece que sea lo más responsable ni lo más inteligente para uno mismo, buscar solamente algunas alternativas tratando de que ocurran sin ningún esfuerzo nuevo por nuestra parte, y confiando en que nos lo hemos ganado con nuestro pasado profesional. Craso error.

Mucha gente pretende tener garantizada la vida desde los 50 o 65 años, hasta el final de sus días con 90 o 100 años, y esto no es posible. Excepto en contados y muy pocos casos, en los que se consigue mediante unos importantes ahorros previos, unas rentas procedentes de alquileres de inmuebles o muy importantes prejubilaciones al terminar su actividad profesional, no son posibles.

Todo ello con el complemento, o en muchas ocasiones con la única esperanza en una jubilación pública, cuyos importes y garantías están disminuyendo y lo seguirán haciendo en un futuro, en el que los mayores van a ser una parte creciente de la población.

Esto es consecuencia lógica de dos realidades opuestas. Por un lado una población joven que cada vez es más escasa, como consecuencia de políticas de interrupción voluntaria del embarazo, justificadas por la presión económica y el deseo de evadir el esfuerzo y compromiso para su mantenimiento y educación, que convence a las parejas para no tener hijos. Y por otro lado, las mejoras sanitarias han llevado – y parece que seguirán consiguiendo – una prolongación de la vida y en condiciones habitualmente buenas, tanto física como mentalmente hablando.

Los mayores tenemos la obligación solidaria, además del interés personal para evitarnos los efectos del “síndrome del jubilado o de la persona inactiva que ha quedado demostrado que provoca un 25% más de muertes que las personas activas, debemos tratar de no constituirnos en una clase pasiva. Esa obligación solidaria debe decidirnos a ser productivos generando riqueza para los demás y para el país.

Si no lo hacemos, daremos además razones a desaprensivos, para impulsar medidas de eutanasia tanto activa como pasiva. Esta última, ya se está aplicando en estos momentos en muchas partes del mundo, por ejemplo cuando hay que elegir, entre aplicar medios de mantenimiento de la salud escasos, entre personas de diferentes edades. Pero es que también hay países, como el nuestro, en que se pretende aplicar la eutanasia activa argumentando la voluntad del propio enfermo. Esta afirmación no es cierta pues, excepto personas que se encuentran en situaciones muy especiales, en las que se les debe ayudar a recuperar el sentimiento innato de “agarrarse” a la vida, y nunca legislar temas muy excepcionales como generales, se trata de un suicidio asistido.

Todo ello debe llevarnos a la conclusión de que, en el presente y en el futuro, tenemos dos alternativas. O nos situamos ante la decisión de dejar de trabajar de cualquier forma, con las consecuencias que hemos comentado más arriba, o tratamos de continuar trabajando de una u otra manera mientras seamos capaces de hacerlo en función de nuestras capacidades personales en cada momento.

En este último caso, y como la posibilidad de conseguir empleos por cuenta ajena irán disminuyendo tanto porque el trabajo para los mayores seguirá siendo presionando a la baja, agravado por el fenómeno del edadismo, como con la llegada de los robots eliminando, muchas tareas humanas y obligando a reconfigurar las necesidades del trabajo de personas.

Si todo el razonamiento anterior nos parece correcto, la conclusión final es que necesitaremos, antes del final de nuestros días, dedicarnos a emprender actividades empresariales o sociales, negocios o empresas, pero de una manera profesional para que sean efectivos y proporcionan una rentabilidad que garantice su subsistencia, que es la base de la existencia de @50Pro. Y si es posible mediante el #emprendimientosenioreintergeneracional que consiste en evitar la confrontación de mayores y jóvenes, y propiciando una colaboración que es más fructífera y racional para todos.

Con los cambios que estamos viviendo, una de las mejores características de los emprendedores es la flexibilidad y la capacidad de adaptarse.

 (*) Carlos Molina es CEO de 50Pro.

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