La longevidad, el gran regalo de nuestra era, genera también importantes retos sociales y económicos. Los jubilados deberán reinventarse para llenar los casi 30 años que van a tener por delante
La longevidad es una de las grandes revoluciones de la humanidad. En ocasiones posiblemente no lo valoremos por falta de perspectiva, pero baste decir que la esperanza de vida al nacer de un español a principios del siglo XX no excedía los 40 años. Actualmente, y en datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la esperanza de vida al nacer en España es de 82,8 años, 85,5 años en el caso de las mujeres y 80,1 años en el caso de los hombres.
¿Llegaremos a los 100 años? Todo parece indicar que sí, y más pronto que tarde. Actualmente, cada año que pasa vivimos 2,5 meses más y a mediados de siglo, la esperanza de vida rondará los 90 años. ¿Tiene fin el incremento de la esperanza de vida? Posiblemente, salvo avances científicos que ahora cuesta imaginar, sí. La longevidad no va tanto de que haya unos pocos privilegiados lleguen a los 150 años como de que cada vez más personas alcancen los 90 años. De momento, en España ya hay más de medio millón de personas que superan los 90 años, lo que supone más del 1% de la población.
Vivir cien años, todo un reto
Una de las primeras cuestiones que se nos puede pasar por la cabeza antes este vertiginoso incremento de la esperanza de vida es si estamos preparados para vivir 100 años. No solo desde el punto de vista físico, sino también desde el punto de vista psicológico, y si la sociedad tiene la capacidad de adaptarse a esta nueva realidad con la rapidez necesaria. Nos referimos a cuestiones de máxima importancia, como la relacionada con la sanidad, las pensiones o el mercado de trabajo. Éstas son algunas de las cuestiones clave de hacernos centenarios:
Las finanzas en la jubilación
La esperanza de vida ha aumentado drásticamente en el último siglo, si bien la edad de jubilación permanece casi inalterada desde entonces. Suponiendo algún incremento adicional en la edad de jubilación, ¿cómo se sostienen jubilaciones de 30 años desde el punto de vista económico? En cuanto a la pensión pública, aunque por impopular no menos real, reduciendo la cuantía de las prestaciones. En cuanto al ahorro privado, un pilar que se va a hacer esencial para futuros jubilados, la lectura es similar: el ahorro generado en el momento de la jubilación
debe ser administrado durante tres décadas. Habrá que haber ahorrado mucho y además ser muy buen administrador del ahorro.
En este sentido, emergen las
rentas vitalicias como una buena manera de rescatar el ahorro en la jubilación: mes a mes, para que sirvan de complemento a la pensión pública, y vigentes mientras vivamos, para eludir el riesgo de longevidad.
El ¿trabajo? en la jubilación
¿Tiene sentido y es viable mantener vidas laborales de 35 años para jubilaciones de 30 años? Parece que no. No ya solo desde un punto de sostenibilidad financiera, sino desde el punto de vista de que física e intelectualmente un trabajador de 60 años estará en plenitud y podrá y querrá seguramente seguir realizándose en una actividad. Por otro lado, con la natalidad en mínimos,
ya no es tanto un deseo el no prescindir de los trabajadores senior como una necesidad. Urge comenzar un proceso de retorno de los trabajadores de más edad a la vida activa e incluso, a los que han rebasado la edad de jubilación a través de fórmulas de compatibilización de la pensión y el trabajo, como es la
jubilación activa.
La salud en la jubilación
No nos engañemos. Aunque los avances médicos acompañen, la evolución de la longevidad hará que se incrementen de forma acusada las situaciones de dependencia y determinadas patologías relacionadas con la edad. A nivel social deberán incrementarse las partidas destinadas a la sanidad, si se quiere mantener el sistema como lo conocemos. A nivel individual, supondrá un nuevo foco de tensiones financieras para los jubilados. Al ahorro para la jubilación podría haber que sumarle un
ahorro previsional destinado a cubrir costes de cuidados o dependencia. Cobrarán importancia fórmulas de asegurar estas contingencias, como seguros de salud o dependencia.
El bienestar psicológico en la jubilación
La cuestión, no menor, es: ¿Qué hacer con 30 años de vida? La jubilación ha sido entendida durante tiempo como un periodo de cierto sedentarismo. Una especie de descanso tras una larga vida laboral. Podría valer hace unas décadas, donde una persona se jubilaba con 65 años y fallecía en el entorno de los 74 años.
La longevidad no tiene sentido si no se llevan de vida los años. Esto exige una cierta reprogramación mental para que los jubilados comiencen a hacer planes, no solo a corto plazo, sino también a medio y largo plazo.
El jubilado debe tener unas metas, objetivos vitales. De lo contrario, el tiempo extra que nos concede la longevidad puede perder su razón de ser.