¿Debo invertir en bolsa si tengo más de 65 años?
La respuesta a esta pregunta dependerá, entre otros aspectos, de cuando necesitarás disponer ese dinero invertido, es decir, del horizonte de tiempo que resta hasta que quieras cumplir con la meta financiera para la que realizas ese ahorro-inversión.
Por ejemplo, si necesitaras el dinero de esa inversión para “vivir” desde el momento en que accedes a tu jubilación, para tener unos ingresos complementarios a tu pensión pública. Además, en la respuesta a esa pregunta intervienen otros factores que también determinan el perfil de riesgo inversor de una persona.
Tradicionalmente se ha afirmado que durante los años previos a su jubilación y una vez alcanzada la misma, las personas deben reposicionar su ahorro hacia productos de inversión (por ejemplo, fondos) y de previsión social (por ejemplo, planes de pensiones) que tengas estrategias de inversión prudentes. Por ejemplo, en aquellos que estén principalmente posicionados en activos de renta fija, que son menos volatiles que la renta variable (es decir, con riesgo de caídas y de desviarse de su rentabilidad media histórica menor que en las acciones), o bien en productos garantizados.
La anterior afirmación está basada en la asunción de que ese ahorro realizado para jubilación se dispondrá inmediatamente una vez alcanzada la jubilación o en el corto plazo (por ejemplo, en forma de una renta temporal o vitalicia con la que ir complementando la pensión pública, o bien de un capital único para destinar a algún proyecto vital durante el retiro), por lo que cualquier corrección de los mercados en el corto plazo tendría un imparto negativo en el valor de los derechos económicos del ahorrador, impacto del que no tendría tiempo de recuperarse por estar “a la vuelta de la esquina” el rescate de ese ahorro.
¿Pará que necesitas ese dinero invertido y cuando lo vas a usar?
No obstante, hay que preguntarse si va a efectivamente disponerse de esa inversión en el corto plazo, para cobrar unas prestaciones que complementen sus ingresos periódicos durante la jubilación, o bien si esa cuantía ahorrada es un dinero que el pensionista no necesita en el corto plazo porque, por ejemplo, con la pensión pública y otros ingresos que tengan (por ejemplo, alquileres) puede llevar el estilo de vida que desea.
Esto último sería el caso de si se tratase de un ahorro genérico sin un objetivo concreto (por ejemplo, simplemente hacer crecer su patrimonio o tener un colchón económico que le aporte tranquilidad durante la jubilación), o bien si se difiere su rescate a un momento posterior de la jubilación, por ejemplo, a partir de los 80 años o por si deviniera dependiente, o ambos.
También podría encuadrarse dentro de estos casos de inversión a más largo plazo, aquellos en los que se piensa en dejar ese ahorro inversión para las próximas generaciones, como parte de la herencia.
Cuando el dinero ahorrado no se va a utilizar en el corto plazo y, por tanto, se dispone de margen, en caso de caídas de los mercados de valores, para la recuperación, tiene sentido que las personas mayores de 65 años inviertan y se beneficien de los resultados de los mercados de renta variable, poniendo una parte de su ahorro en productos de inversión de renta variable o mixtos.
Un inversor a corto plazo tiene más posibilidad de perder dinero con un activo que sea muy volátil y sufra fuertes oscilaciones, como los de renta variable. En cambio, si el enfoque del inversor es de largo plazo, tendrá poca relevancia que los precios sufran caídas fuertes en momentos concretos. Con el transcurso del tiempo el mercado acabará poniendo el valor del activo en un precio adecuado.
No solo la edad y el horizonte temporal determinan una mayor o menos aversión al riesgo
También es importante apuntar que la tolerancia al riesgo, tanto en las inversiones como en otros aspectos de la vida, se va reduciendo con la edad, debido a factores biológicos (las facultades físicas y psíquicas se van progresivamente reduciendo), lo que lleva a las personas a adoptar una mayor prudencia.
No obstante, el perfil de riesgo en la inversión, derivado de la aversión o tolerancia a ese riesgo, no está únicamente determinado por la edad y por el horizonte temporal hasta a la realización del objetivo financiero (por ejemplo, hasta la jubilación), sino que además impactan otros factores como:
- Los ingresos y el patrimonio previo disponible, así como la salud financiera (balance entre ingresos y gastos). Por ejemplo, es mucho más prudente “jugarse” 6.000 euros en una inversión especulativa como criptomonedas, si se dispone de más ahorro (por ejemplo, esa inversión supone solo el 5% de tu cartera) y ese dinero invertido no se necesita, que si fuera tu único ahorro.
- El estilo de vida, que puede ser diferente para dos personas de iguales ingresos
- La salud, física y mental.
- Las experiencias pasadas (especialmente, las negativas).
- La educación, tanto específicamente la educación financiera, como la general, que es un facilitador de la primera.
- El entorno, la familia y los amigos.
- El género (generalmente, las mujeres son más prudentes que los hombres), el estado civil y tener o no de dependientes (las personas en pareja, especialmente si tienen hijos, son más conservadores que los solteros)
- así como los aspectos genéticos.
En definitiva, dos personas con la misma edad, mismo salario, y mismo horizonte de tiempo hasta el cumplimiento de su objetivo financiero (por ejemplo, la jubilación) pueden tener diferente aversión al riego y, por tanto, perfil de inversión.
Lo importante es diversificar y no dejarse llevar por los impulsos del mercado
Para convivir con la potencial volatilidad de las inversiones en el corto plazo es clave llevar a cabo una diversificación de la inversión, combinando activos cuyos comportamientos no estén correlacionados. Por ejemplo, renta fija (bonos), renta variable (acciones), activos alternativos, de estilo de inversión (inversión valor, inversión crecimiento. Asimismo, con diversificación geográfica y sectorial. Ello podrá llevarnos a reducir la volatilidad agregada sin renunciar a rentabilidad.